El mito de la caída de Faetón y el carro del Sol
El mito de la caída de Faetón narra como el ímpetu y la desobediencia son el camino hacia la perdición. Según los antiguos mitos griegos, el Dios Helios (Sol) conducía su carruaje por todo el cielo. Así el Sol sale diariamente desde el amanecer hasta el atardecer. Faetón era el hijo del dios Helios, que un día tomó el carro en secreto para conducirlo. Sin embargo, como era joven e inexperto, perdió el control de los caballos y fue asesinado.
Resumen del mito de Faetón y el carro del Sol
Faetón, cuyo nombre significa “brillante”, era hijo del dios del sol Helios y la oceánide (hija de Oceáno y Tetis) Clymene. Él vivía solo con su madre, ya que su padre tenía una gran importante misión. Helios era el responsable de conducir el carro de caballos con el Sol de un lado a otro de la Tierra durante todo el día.
Un día, un pariente se burló de Faetón y su supuesto linaje divino. Humillado, se quejó con su madre y exigió pruebas de la paternidad de Helios. Clymene accedió y lo envió al palacio de su padre para establecer su legitimidad.
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El hijo rápidamente partió al hogar de su padre y llegó cuando este preparaba su rutina de viaje que empezaba desde el este. Cuando llegó al palacio de Helios, se sorprendió por su magnificencia y lujo. Sus ojos estaban casi cegados por la deslumbrante luz que desprendía el recinto.
El palacio estaba sostenido por enormes columnas adornadas con oro brillante y piedras preciosas, mientras que los techos y las puertas estaban hechos de marfil pulido y plata. Faetón observó con asombro la exquisita representación de la tierra, el mar y el cielo en las paredes del palacio.
Y ahí estaba su padre, sentando en su trono lleno de diamantes rodeado de las presencias del día, el mes, el año y la hora. Entre sus otros asistentes estaban la Primavera, adornada con flores, Verano, con una guirnalda de granos maduros en forma de lanza, Otoño, con los pies enrojecidos con jugo de uva e Invierno, con escarcha en el pelo.
Faetón contó a Helios sobre la humillación y el cuestionamiento de su origen divino. Suplicó a su padre que lo reconociera como hijo y desvanezca toda duda de su legitimidad. Helios se conmovió profundamente y afirmó con firmeza la paternidad de Faetón. Y para afianzar esto, declaró, en presencia de todos sus asistentes, que con gusto otorgaría deseo.
Y su hijo le tomó la palabra. El joven imprudente pidió que se le permitiera conducir el asombroso carro del Sol por un día. Helios tenía miedo ante la irracional petición de su hijo. Intentó disuadir a su hijo afirmando que incluso el poderoso Zeus era incapaz de conducirlo. Esa tarea onerosa estaba reservada exclusivamente para el dios del Sol, Helios.
Desafortunadamente, una vez que los dioses prometían un favor, no podían retirarlo ni negarlo. El dios intentó por todos los medios retractar la decisión de su hijo, pero fue en vano. El joven insistió en que su padre cumpla su promesa. Y así fue, Helios no tuvo más remedio que ceder.
La caída de Faetón
Una cosa es querer y otra es poder hacerlo. El carro del Sol era extremadamente difícil de conducir. Helios aconsejó a su hijo que condujera el carro por un curso medio y que no fuera demasiado alto o demasiado bajo.
Tan pronto como despegó, Faetón se dio cuenta del terrible error que había cometido. Se encontró completamente impotente para controlar los caballos ardientes. Cuando los animales detectaron la incapacidad de su jinete, comenzaron a tomar un rumbo salvaje y peligroso.
En un momento se elevaron al cielo y las estrellas, provocando una herida en cielo que daría origen a la Vía Láctea. Luego, bajaron a la tierra y desataron una destrucción inmensa, incluida la quema del continente africano y convirtiéndolo en desierto, haciendo que el pueblo etíope se volviera negro, ya que fueron quemados por el fuego del Sol, e incluso causando daños considerables al río Nilo. Todos los seres vivos sintieron la amenaza de destrucción inminente.
Y entonces la Diosa de la Tierra, Gea gritó en voz alta:
– ¡Oh, poderoso Zeus! ¡Sálvame!
Al escuchar la súplica de Gea, Zeus arrojó un rayo al carro haciéndolo pedazos. Los caballos se dispersaron y el cuerpo de Faetón muerto cayó al río Erídano. El desafortunado Faetón fue llorado profundamente por su madre y hermanas, las Heliades. Los dioses ante tal tristeza, las transformaron en álamos para estar junto al río y proteger a su hermano.
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