Putsch de Múnich: El fallido golpe de estado de Hitler en 1923
El Putsch de Múnich o Putsch de la Cervecería es el intento fallido de golpe de estado del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP). Diez años antes de convertirse en el gobernante supremo de Alemania, el 8 de noviembre de 1923, Adolf Hitler y algunos de sus confederados nazis irrumpieron en una cervecería de Munich y exigían a los tres hombres que gobernaban Baviera, a unirse a él en una revolución nacional. Los hombres del triunvirato inicialmente estuvieron de acuerdo ya que estaban detenidos a punta de pistola. Sin embargo, denunciaron el golpe tan pronto como se les permitió salir.
Hitler sería arrestado tres días después y luego de un breve juicio, fue sentenciado a cinco años de prisión. En aquel lugar escribiría su famoso libro, Mein Kampf (Mi Lucha).
Antecedentes
En el otoño de 1922, Alemania pediría a los Aliados una moratoria sobre los pagos de reparación que debían pagar de acuerdo con el Tratado de Versalles. Lamentablemente el gobierno francés rechazó la solicitud. Al incumplir sus pagos, los franceses ocuparon el Ruhr, el área industrial integral de Alemania.
La ocupación francesa de la tierra alemana unió al pueblo teutón para actuar. Para evitar que los franceses se beneficiaran del Ruhr, los trabajadores alemanes en la zona organizaron una huelga general. El gobierno alemán apoyó la huelga brindando apoyo financiero a los trabajadores.
Durante este tiempo, la inflación aumentó exponencialmente en el país bávaro. Esto ocasionó que los habitantes se cuestionen la capacidad de la República de Weimar para gobernar Alemania.
En agosto de 1923, Gustav Stresemann se convirtió en canciller de Alemania. Al asumir el cargo, ordenó el fin de la huelga general en el Ruhr y decidió pagar reparaciones a Francia. Consciente que esto generaría revueltas en el país, hizo que el Presidente Ebert declarara un estado de emergencia.
El gobierno bávaro no estaba contento con la capitulación de Stresemann y declaró su propio estado de emergencia el mismo día del anuncio de Stresemann, el 26 de septiembre. Baviera fue gobernada por un triunvirato compuesto por el General Gustav von Kahr (comisario bávaro), General Otto von Lossow (comandante del ejército en Baviera) y el coronel Hans Ritter von Seisser (comandante de la policía estatal). Estaban dispuestos a ignorar y desafiar cualquier orden de Berlín si afectaba al país.
Sin embargo, a fines de octubre de 1923, su entusiasmo se desvanecía. Quería protestar, pero la presión del gobierno central lo impedía. En ese momento aparece la figura de Adolf Hitler que creía que era hora de tomar medidas.
El plan
Todavía se debate quién ideó el plan para secuestrar al triunvirato. Algunos dicen que Alfred Rosenberg, algunos dicen que Max Erwin von Scheubner-Richter, mientras que otros dicen que el propio Hitler.
El plan original era capturarlos en el Día de los Caídos en Alemania (Totengedenktag) el 4 de noviembre de 1923. Kahr, Lossow y Seisser estarían en una posición, recibiendo el saludo de las tropas durante un desfile.
El plan era llegar a la calle antes de que llegaran las tropas, cerrar la calle armando ametralladoras y luego lograr que el triunvirato se uniera a Hitler en la “revolución”. El plan fue frustrado cuando se descubrió que la calle del desfile estaba bien protegida por la policía.
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Necesitaban otro plan. Esta vez, iban a marchar a Munich y tomar sus puntos estratégicos el 11 de noviembre de 1923. Sin embargo, este plan también se desechó cuando Hitler se enteró de la reunión de Kahr.
Kahr convocó a una reunión de aproximadamente tres mil funcionarios gubernamentales el 8 de noviembre en una Bürgerbräukeller (una cervecería) en Munich. Como todo el triunvirato estaría allí, Hitler podría obligarlos a punta de pistola a unirse a él.
Putsch de Múnich
Alrededor de las ocho de la noche, Hitler llegó al Buergerbräukeller en un Mercedes-Benz rojo junto a Rosenberg, Ulrich Graf y Anton Drexler. La reunión ya había comenzado y Kahr estaba hablando.
En algún momento entre las 8:30 y las 8:45 pm, Hitler empezaría su plan. Irrumpió en la cervecería y sus soldados de asalto armados rodearon la sala y colocaron una ametralladora en la entrada. Para captar la atención de todos, Hitler saltó sobre una mesa y disparó uno o dos disparos al techo. Con algo de ayuda, se abrió camino hasta la plataforma.
“¡La Revolución nacionalista comenzó!”, gritó. Hitler luego ordenó a Kahr, Lossow y Seisser que lo acompañaran a una habitación privada. Lo que sucedió exactamente en esa habitación es incompleto.
Se cree que Hitler agitó su revólver en el triunvirato y luego dijo a cada uno de ellos cuáles serían sus posiciones dentro de su nuevo gobierno. No le respondieron. Hitler incluso amenazó con dispararles y luego a sí mismo. Para probar su punto, se llevó el revólver a la cabeza.
Durante este tiempo, Max Scheubner-Richter fue en busca del general Erich Ludendorff, que no tenía conocimiento del Putsch de Múnich.
Hitler salió de la habitación privada y volvió a subir al podio. En su discurso, insinuó que Kahr, Lossow y Seisser aceptaron unirse. La multitud vitoreó.
Para entonces, Ludendorff ya estaba presente. Aunque estaba molesto por informársele tarde y no ser el líder del nuevo gobierno, fue a hablar con el triunvirato de todos modos. El triunvirato accedió vacilante a unirse debido a la gran estima que tenían por Ludendorff. Luego, cada uno subió a la plataforma e hizo un breve discurso.
Todo parecía ir bien, por lo que Hitler abandonó la cervecería por un corto tiempo para lidiar personalmente con un enfrentamiento entre sus hombres armados, dejando a Ludendorff a cargo.
El fracaso del Putsch de Múnich
Cuando Hitler regresó a la cervecería, descubrió que los miembros del triunvirato ya no estaban. En la distracción, aprovecharon para retirarse. Ahora cada uno denunciaba las amenazas de Hitler y estaban trabajando para sofocar el golpe. Sin el apoyo del triunvirato, el plan de futuro Führer falló. Sabía que no tenía suficientes hombres armados para competir contra todo un ejército.
A Ludendorff se le ocurrió un plan. Él y Hitler liderarían una columna de soldados de asalto en el centro de Munich y así tomarían el control de la ciudad. Ludendorff confiaba en que nadie en el ejército dispararía sobre su legendaria figura. Desesperado por una solución, Hitler aceptó el plan.
Alrededor de las once de la mañana del 9 de noviembre, aproximadamente 3.000 soldados de asalto siguieron a Hitler y Ludendorff en su camino hacia el centro de Munich. Se encontraron con un grupo de policías que los dejaron pasar después de que Hermann Görin les diera un ultimátum de que si no se les permitía pasar, los rehenes serían fusilados.
Entonces llegaron al Feldherrnhalle (monumento a los generales alemanes). En el otro extremo de la calle, un gran grupo de policías esperaba. Hitler estaba en el frente con su brazo izquierdo vinculado con el brazo derecho de Scheubner-Richter.
Entonces sonó un disparo. Nadie está seguro qué lado disparó el primer tiro. Scheubner-Richter fue uno de los primeros en caer. Herido de muerte y con su brazo unido a Hitler, ambos cayeron. La caída dislocó el hombro de Hitler. El tiroteo duró aproximadamente 60 segundos.
Ludendorff siguió caminando. Cuando todos los demás cayeron al suelo o buscaron refugio, él marchó desafiante en línea recta. Él y su ayudante, el comandante Streck, marcharon a través de la línea de policía. Estaba muy enojado porque nadie lo siguió. Él fue arrestado por la policía más tarde.
Görin fue herido en la ingle. Después de algunos primeros auxilios iniciales, fue retirado y llevado de contrabando a Austria. Rudolf Hess también huyó a Austria. Röhm se rindió.
Hitler, aunque no estaba realmente herido, fue uno de los primeros en irse. Se arrastró y luego corrió hacia un auto que lo esperaba. Lo llevaron a la casa de los Hanfstaengl donde estaba histérico y deprimido. Huyó mientras sus camaradas yacían heridos y muriendo en la calle. Dos días después, Hitler fue arrestado.
Según diferentes informes, entre 14 y 16 nazis y tres policías murieron durante el Putsch de Múnich.